lunes, 20 de septiembre de 2010

Actividades del Centro de Información y Educación Ambiental de la Casa de Campo

El Centro de Información y Educación Ambiental de la Casa de Campo, ubicado junto al Paseo del Embarcadero, en el Lago, ya ha preparado su programación de Otoño, con actividades como itinerarios guiados, visitas a los centros de fauna del Encinar de san Pedro, talleres y jornadas familiares.

Las plazas son limitadas. Para más información y/o hacer una reserva, los datos de contacto son:

Tfno.: 91 479 60 02
E-mail: infocasacampo@munimadrid.es


Esta es la dirección de su ficha en la página web del Ayuntamiento.

Gracias Julia.


http://www.madrid.es/portales/munimadrid/es/Inicio/Eventos/Centro-de-Informacion-y-Educacion-Ambiental-Casa-de-Campo?vgnextfmt=default&vgnextoid=8a22598d1351c010VgnVCM1000000b205a0aRCRD&vgnextchannel=27dfb4f19cce3210VgnVCM10000026205a0aRCRD

viernes, 17 de septiembre de 2010

El queroseno de las brujas

En estos meses de agosto y septiembre, en los terrenos emergidos por el descenso del nivel del Manzanares a su paso por Madrid, puede verse, entre otras muchas plantas, medianas matas de Estramonio (Datura stramonium).



Estas plantas, que pueden crecer hasta metro y medio, tienen grandes hojas de borde dentado y color verde oscuro. Sus flores blancas en forma de trompeta y sus frutos, algo parecidos a los erizos del Castaño de Indias, también facilitan la identificación. Crece en España en campos de cultivo, eriales, riberas arenosas, etcétera.

Es, seguro, originaria de América, aunque también se cita como nativa de la India y su cultivo en Europa está datado en el siglo XVI. La fama de esta planta se debe, en cualquier caso y lugar, a sus propiedades alucinógenas. Como tantas solanáceas, familia a la que pertenece, es psicoactiva; y su consumo en diferentes formatos y vías provoca un estado de "de alucinación general", si es que se puede decir así. Y, en algunos casos, el desencadenamiento de brotes de patologías psiquiátricas o, incluso, la muerte.



Su uso chamánico en América del Sur está plenamente confirmado y algunos autores extienden este uso a las "brujas" europeas -entiendo que a partir del siglo XVI-. Según estas mismas fuentes, las brujas fabricaban un emplasto con diferentes plantas de efectos alucinógenos (mejor confirmado está el uso del beleño -blanco y negro-). Emplasto que se aplicarían, a veces, con ayuda de un palo (o una escoba) en sus ingles y vagina, con el objetivo de absorber los prinicpios activos de las plantas. En los interrogatorios practicados a "brujas verdaderas" -un porcentaje ínfimo de los miles de masacrados bajo esta acusación-, éstas habrían contado como tras "usar" el palo de su escoba en la entrepierna habrían "volado".

Estos hechos, nada inocentes, y teñidos de sangre, son muy probablemente el origen de la actual simpática imagen de las brujas volando sobre sus escobas.




Algún moderno aprendiz de brujo se ha animado a probar los efectos del bello Estramonio. Doy fé de un estudiante universitario que quedó instalado en un brote psicótico permanente (al menos hasta que le perdí la pista) y he presenciado -y vigilado, de paso- a un querido experimentador mientras veía, oía y sentía "otra realidad" durante 8 o 9 horas. Me permitiré un consejo: el Estramonio, literalmente, ni tocarlo.Mejor dejarlo para la mitología brujeril.

sábado, 11 de septiembre de 2010

No importa que el chopo sea blanco o negro, lo que importa es que de sombra

Parafraseando a Den Xiaoping, los chopos o álamos del barrio de Casa de Campo, el negro (Populus nigra) y el blanco (Populus alba) tienen ambos la virtud de proyectar una buena sombra, y de dar cobijo a otras formas de vida. Ambos constituyen, además, unas de las pocas especies de árbol autóctonas presentes en nuestras calles y jardines. Tanto el chopo blanco como el negro -quizás más este último- pueden encontrarse aguas arriba o abajo del Manzanares fuera de Madrid. Por lo que los ejemplares del barrio son un mínimo de vegetación que da continuidad a los bosques de ribera más o menos salvajes.

Chopo negro en Ribera del Manzanares

Los chopos negros, como los que hay en la Ribera del Manzanares, Aniceto Marinas y, sobre todo, en Comandante Fortea, son, junto con algunos plátanos de paseo (Platanus hybrida), los árboles más grandes del barrio. En consecuencia, son grandes albergadores de vida. Son algunos de los árboles favoritos para posarse y dormir varias especies de aves, como urracas, grajillas, palomas torcaces, estorninos negros, carboneros comunes, etcétera. A veces, incluso, he oído alguna oropéndola en la ribera. Y las he visto en la Casa de Campo.


Chopo blanco en la avenida de Valladolid
Ambos árboles coinciden, de forma natural, en una gran parte de Europa y el Norte de África. Si bien, el negro tiene preferencia por zonas más frescas que el blanco, que puede adentrarse, y de hecho lo hace, en los ríos que se pierden en el Sahara al sur del Atlas marroquí.

Identificar y distinguir ambas especies no es nada complicado. El negro tiene, como su nombre indica, una corteza negruzca o grisácea, con hojas acorazonadas, mientras que el blanco muestra la corteza de este color, con marcas o rayas grises, y hojas aovadas-lobuladas. En la imagen siguiente se ve con más claridad.


Hojas de chopo. Negro a la izquierda, blanco a la derecha.

Para quien tenga alguna duda en su identificación, la calle que une la avenida de Valladolid con Aniceto Marinas que hace esquina con una oficina de Caja Madrid y un concesionario de Land Rover, cuenta con árboles de ambas especies uno junto al otro.

Sin ánimo de despreciar la contribución de otras especies de árboles a la ribera del río, siento debilidad por esos grandes chopos negros que veo por encima de los tejados, y que me recuerdan que, aunque vivo en una ciudad, también lo hago en la ribera de un río, con su eterna chopera mecida por el viento.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Azulones y foi-gras

Desde hace unas semanas un lustroso pato doméstico deambula por las aguas del Manzanares acompañando al resto de patos, todos ellos salvajes. Este pato doméstico pertenece a las razas (mayoritarias) que proceden del ánade real o azulón (Anas platyrhynchos), especie a la que pertenecen todos los demás patos que vemos en nuestro amado río.




Los aproximadamente 12.000 años transcurridos desde la domesticación del azulón, y su transformación paulatina en este rollizo pato blanco no les han separado lo suficiente como para no reconocerse, cuando menos, como primos. En todo caso, las diferencias son notables. Además de la gran diferencia de tamaño, y menores aptitudes o incapacidad para el vuelo, las diferencias en el comportamiento pueden ser aún más relevantes. Ignoro la procedencia de este nuevo inquilino domesticado, pero si en lugar de en Madrid se mostrase igual de confiado en un entorno menos urbanizado, su vida sería muy, muy breve.




Por el contrario, numerosas especies salvajes, como los azulones de nuestro barrio, poseen la capacidad de modificar su conducta según se encuentren en uno u otro contexto, y adaptarse así con éxito a los cambios que genera el hombre, además de los propios de la naturaleza. Lo que, en definitiva, quiero decir, es que los patos salvajes de nuestro barrio seguramente se mostrarán alerta  en otras zonas en las que los seres humanos y los perros no se limiten a observarlos con deleite, y sí a arrearles una perdigonada.





Para terminar, un par de apuntes: el ánade real o azulón -recibe este nombre por el espejuelo o mancha alar azul que muestra- es la única de las 28 especies de Anseriformes más o menos comunes en España que he visto en nuestro barrio. Los tarros canelos que se escapan del zoo y a veces nos sobrevuelan no los cuento. Que sólo gozemos de esta especie es lo normal, ya que es la más común en España (crían unas 32.000 parejas), y es poco exigente en cuanto a la calidad del hábitat.

El último apunte, éste no descriptivo, es que en mi opinión deberíamos mantener y mejorar las condiciones del Manzanares en Madrid para fomentar la presencia y cría de azulones (que ya se reproducen aquí, como pudimos ver esta primavera), así como esperar la futura presencia de otras anátidas, especialmente de invernada. -Cómo se puede hacer todo esto, lo dejo para otro día-. Y, en paralelo, no introducir o soltar de nuevo aves domésticas, sean patos, gansos o cisnes, que se retiraron con motivo de la epidemia de gripe aviar.

Creo que el esquema de patitos gordos a los que echar pan en los parques está más que superado, y no se puede comparar a la oportunidad de integrar a la naturaleza, en este caso en forma de patos salvajes, en nuestra ciudad. Los otros sólo me evocan al foi-gras.